Prólogo de Jane Red

El día era soleado y sin nubes, el viento soplaba con fuerza y la marea era perfecta para zarpar. Los barcos que tenían justamente ese fin en aquella fecha se preparaban para soltar sus amarres cuanto antes, órdenes eran gritadas por doquier y sus ecos llegaban a cada establecimiento del puerto como si de un eco se tratara.

Una bella joven caminaba por las maderas más cercanas a los navíos en silencio, su cabello dorado volaba con el viento, cubriendo de vez en cuando el lado derecho de su rostro, sus ojos apreciaban todo su entorno con especial atención, registrando cada movimiento que sucedía a su alrededor. Colgando de su hombro estaba una pequeña maleta con sus pocas pertenencias y en su diestra cargaba un paquete largo y delgado que pocos serían capaces de reconocer por lo que era. Junto a sus pies caminaba un gato negro que parecía darle poca importancia al mundo, ronroneando a un lado de su dueña.

Se detuvo finalmente frente a un bucanero bautizado "El Tritón", la tripulación se encontraba a bordo, amarrando los cañones, preparando las velas y limpiando los pisos que su capitán había considerado demasiado sucios para recibir a los pocos pasajeros que viajarían con ellos. A decir verdad, un par de ellos (ambos hombres de apariencia dura) ya abordaban el navío. La joven se acercó en silencio a la rampa de abordaje, donde un escriba la detuvo.

- Señorita, la molesto con su nombre por favor-

- Jane Red- dijo ella sin pensarlo, la noche anterior había dado mucho pensamiento al nombre que portaría en su búsqueda de venganza, y le había parecido el más adecuado aquel.

El escriba anotó el nombre y recibió las monedas como pago. Justo cuando Jane se preparaba a abordar, el señor se dio cuenta del felino que caminaba a sus pies y carraspeó su garganta.

- No transportamos animales, señorita-

La joven sabía perfectamente que los animales siempre eran relativamente problemáticos para los viajes, pero normalmente si se permitía su acceso, sobretodo cuando se trataba de criaturas pequeñas como un gato; el trato era más bien dirigido a ella por ser una mujer. Algunos todavía pensaban que una mujer en alta mar era el equivalente a todo tipo de misfortunios.

- El gato no hará daño a nadie, de hecho quizá hasta les ayude a deshacerse de las ratas-

Con una mirada de reojo, para asegurarse de que sus palabras habían tenido el efecto necesario, la joven sonrió al escriba y abordó el navío. La aventura comenzaba.

Se le otorgarán 950 de dinero