Prólogo de Arista

La curiosidad la estaba matando. Había visto, con anterioridad, las figuras de los navíos en el horizonte, un par de veces había, inclusive, nadado debajo de ellos pero jamás había visto un ser humano de cerca. No tenía idea de como eran ni que hacían... sólo lo que su padre le había dicho aquella vez, pero quería saber más. ¿Por qué habían secuestrado a su madre, con qué finalidad? Parecía que cada vez que se acercaba un poco más a ellos, más dudas y preguntas la invadían.

Así que por ello nadaba hacia los mares transitados. Esta vez vería a un ser humano, lo vería con cautela pero de cerca, y dependiendo de lo que pudiera observar decidiría si acercarse más o intentar, como su padre insistía, dejar a un lado esa peligrosa obsesión con los humanos.

Cansada del viaje, pero sin gana alguna de perderse cualquier oportunidad de ver los barcos pasar, se sentó sobre una roca que sobresalía del agua a descansar. El sol comenzaba a ponerse, otra cosa que le encantaba mirar cuando hacía sus pequeños viajes, porque era algo que nunca veía en casa y que le parecía simplemente fantástico. Se recostó sobre sus brazos para disfrutar más del espectáculo y conforme se esparcían las sombras, sus ojos se comenzaron a cerrar.

Se le otorgan 500 de dinero